2021: Arturo no cometió el pecado de Gustavo

 

Por la hilarante soberbia de los “Campeones” y la falta de decisión con la que se manejó el último tercio de su gobierno, Gustavo González Villaseñor destruyó la que hubiese sido el mayor empoderamiento político de todos los tiempos en Vallarta.

 

En el 2004 la votación municipal arrebató suspiros alrededor de la imagen del efebo locutor que recobró el municipio para el PRI,

 

Por su enorme popularidad y aceptación social se le ponderaba como “El Chico de la voz de Oro”, durante su gobierno se le reconocía incluyente de todas las expresiones políticas de la región dentro del organigrama.

 

La pugna por ser su sucesor no se hizo esperar, observándose de inicio que sus compañeros fueron desplazados por sujetos de palabras aduladoras que le hicieron perder la cordura, la estabilidad política y moral, al grado que por miedo dividió su fuerza y quebrantó su trayectoria.

 

A la acción de “Yo soy Juan Camaney” se tornó degradante y obsceno en sus excesos y permiso. Gustavo que por ser nefastamente indeciso, le terminó entregando el PRI a Rafael Yerena Zambrano.

Aquella victoria heroica le vaticinaba larga vida política a su persona, más no pudo porque dejó crecer a los enanos.

 

Paradójicamente, su exceso de poder y el ego inyectado por sus porristas en turno, destruyeron la historia de un Gustavo que perdió el rumbo personal e hizo trastabillar en lo sucesivo, la fuerza tricolor.

 

Las presumibles estrategias de control de liderazgo que nunca se vieron ni percibieron, polarizaron los ánimos de los seguidores de Juan Carlos Castro Almaguer y Andrés González Palomera, sus alfiles.

 

Divididos, fracturados, sin rumbo e inestables, el grupo de Gustavo se vio superado por el premeditado poder Yerenista que ungió a Javier Bravo Carvajal candidato a la alcaldía… y así terminó el equipo, sueño, vida y proyecto de los “Campeones”.

 

Lo demás es conocido. Yerena vetó a los Gustavistas hasta el día de hoy, en que el dirigente sindical sigue desquiciando a la casa tricolor.

 

Las secuelas de la falta de previsión, visión, más ese exceso de arrogancia, tiraron a la basura lo trabajado por 20 años. Los miedos e indecisiones hicieron humo a Gustavo.

 

Los ciclos de poder suelen repetir historias en estas tierras de sangre caliente y grandes lagunas de amnesia.

 

Hoy en los albores de este 2019 Arturo Dávalos Peña en su encíclica de poder afianzó su liderazgo gracias a 50 mil Vallartenses que avalaron su administración y en ello se configura un reclamo: la permanencia del Davalismo en el 2021.

 

Por lo que es un hecho, que un gobierno tan intenso como aceptado, no puede darse el lujo de dividir su poder, mucho menos cometer aquel pecado que mandó al grupo de Gustavo González Villaseñor al baúl de los recuerdos sin importancia.

 

Arturo y Gustavo, la tendencia de comparar el arrastre popular de ambos íconos es inevitable, aún bajo sus distintas circunstancias, más si los ubicamos en su poder público como políticos.

 

Gustavo perdió todo por no atreverse a ejercer su liderazgo y nombrar a tiempo un sucesor. Repetimos, por no nombrar un sucesor como los cánones dictan.

 

Tras unos meses de especulación, golpes internos, egos de algunas células, Dávalos ha optado por trascender y ordenar la historia al definir a Victor Bernal como el delfín en el 2021 nacido de las entrañas y lealtades del Grupo Vallarta.

 

Un rey no debe ser un líder ordinario, debe actuar con sentimientos, orden, visualizando el futuro; un rey debe estar preparado para tomar decisiones con sensatez y conciencia, si quiere sobrevivir, evolucionar, trascender…

 

Por ello, contra viento, Mochilas, nubarrones, Alfaro, Munguía y marea, es Víctor Bernal el proyecto del rey.

 

Arturo no cometió el pecado de Gustavo.

 

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